«Toc, toc!» − los golpes de las gotas de lluvia tocaban un ritmo monótono sobre la repisa de la ventana. La nariz de una niña despeinada se pegaba al cristal de la ventana. Asombrada, ella observaba cada movimiento de la tormenta. Los árboles se balanceaban y se inclinaban ante el príncipe del viento, casi tocando el suelo con la nariz. El cielo abrió sus puertas y desparramó una masa tremenda de agua sobre la ciudad. Unas cuantas palomas se posaban en la repisa de la ventana, en busca de refugio.
Mónica abrió la ventana y esparció unas migas de pan para los pajaritos hambrientos. El viento entró por la ventana con una fuerza excesiva, acompañado por enormes gotas de lluvia. Los papeles colocados en la mesita echaron a volar, esparciéndose luego por toda la alfombra. Monótona y lentamente, Mónica recogió los papeles dispersos… algunas fotos captaron su atención… «La pasada Navidad junto a Abuelito…»
Unas lágrimas enormes se deslizaban por sus mejillas. ¡Tan preciosos eran los recuerdos que guardaba sobre las navidades de los años pasados!
Mónica abrió la ventana y esparció unas migas de pan para los pajaritos hambrientos. El viento entró por la ventana con una fuerza excesiva, acompañado por enormes gotas de lluvia. Los papeles colocados en la mesita echaron a volar, esparciéndose luego por toda la alfombra. Monótona y lentamente, Mónica recogió los papeles dispersos… algunas fotos captaron su atención… «La pasada Navidad junto a Abuelito…»
Unas lágrimas enormes se deslizaban por sus mejillas. ¡Tan preciosos eran los recuerdos que guardaba sobre las navidades de los años pasados!