Poseemos un activo, una lengua: el español, que vincula a más de cuatrocientos millones de personas en todo el mundo, y que se traduce en mayores niveles de intercambio comercial y de presencia empresarial, a través de inversiones directas, entre nuestros países. Desde ambas perspectivas, el español se revela como un ancho “puente económico”: no sólo dentro del amplio subcontinente americano, también sobre el Atlántico, con España a la cabeza.La lengua común, el español, abarata costes, en particular de transacción e información, al modo en que lo hace una moneda común, y multiplica, como “bien de club”, las externalidades positivas; aproxima cultural y psicológicamente a otros mercados, al tiempo que trenza vínculos de confianza y es fuente de capital social.
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