Las ventas de Smartphone se paralizaron en el 2015. Ante ello los fabricantes buscan atraer a los consumidores con la nueva tecnología de realidad virtual (VR) que, conectados a sus dispositivos, permiten ver vídeos o jugar de una manera distinta.
Se escucha y se lee mucho sobre la Internet de las Cosas. Es una realidad que viene con muchas promesas. Cada vez es más frecuente encontrarse con dispositivos conectados a Internet y permitir al usuario un control y manejo de forma remota desde cualquier parte del mundo, pero esto solo comienza.
Los primeros pasos en el Internet de las Cosas nos deja dos campos principales de acción. Uno es el propio hogar, el otro son las ciudades avanzadas o Smart Cities. En ellas el Internet de las Cosas mide la temperatura, energía, actividad, luz, humedad, errores, etc., de forma automática y sin la interacción del ser humano. Y que esos datos viajen a un centro de procesamiento para que se tomen las decisiones adecuadas en tiempo real.
El IoT dispone de una secuencia de capas, cada una encargada de una labor: extracción de datos, envío, recepción y posterior procesamiento.
Uno de los requisitos del Internet de las cosas es que los dispositivos deben ser pequeños, sabíamos que los procesadores tenían que cambiar respecto de lo que conocíamos antes. Los procesadores de Smartphone y su evolución, han ayudado mucho.
El procesador y la plataforma se encargan de 'gestionar' la información, pero ésta debe venir de otro tipo de dispositivos: los sensores. Es el elemento hardware que interactúa entre nuestra tecnología y el entorno, capturando los datos que deseamos. Entre estos sensores encontraremos los de ultrasonidos, de luz, de distancia y táctiles. Ya tenemos los datos almacenados en un pequeño ordenador, pero éste no es lo suficientemente potente como para poder procesarlos de forma rápida. Entonces debemos mover esa información a otro ordenador. Muchos de los protocolos de comunicación tradicionales continúan vigentes en IoT y sus futuras mejoras serán clave. Hablamos por ejemplo de conexiones de red local vía Ethernet o de transmisión inalámbrica a través de conectividad móvil.
Las velocidades de conexión que permitirán los próximos protocolos, como el 5G, serán la base de la conectividad de largo alcance del IoT. Pero, también hay nuevos protocolos que han sido ideados pensando en el IoT y la comunicación de objetos entre ellos y a corta distancia.
La energía ha sido durante años un elemento de batalla en las comunicaciones por su alto consumo, diseñadores y fabricantes tratan de continuar su mejora. Esta nos llevará a LiFi, la transmisión de datos a través de la luz.
El Internet de las cosas es la consolidación a través de la red de redes de una «red» que aloja una multitud de objetos o dispositivos, es decir, tener conectada a todas las cosas de este mundo.
Lo que se pretende es hacer más cómodas nuestras vidas así como proporcionar una mayor seguridad en diversos ámbitos. Imaginemos una nevera avisándonos cuando pierde temperatura o indicarnos que algún alimento ha caducado, o un escritorio que dejará constancia de donde se ha dejado cada cosa, o que pudiésemos saber dónde se encuentra cada objeto, y todo esto desde un smartphone.
El inconveniente que retrasa este avance es la limitación de su direccionamiento, sin embargo, nuevas tecnologías permitirán el direccionamiento de cualquier objeto. Una vez esquivado dicho obstáculo, y con el abaratamiento de esta tecnología, va a ser posible interconectarnos a cualquier cosa y obtener información de ellas.
La seguridad se volverá un asunto más difícil, en la que el control estará cada vez más en «manos ajenas». Por otro lado, parodojicamente ésta se vería incrementada de forma exponencial en edificios, viviendas y fábricas, ya que con un sinfín de objetos sensorizados y monitorizados no habrá detalle que se escape. Será la era de los hackers, de los delincuentes más sofisticados e inteligentes que la humanidad ha visto.
Se escucha y se lee mucho sobre la Internet de las Cosas. Es una realidad que viene con muchas promesas. Cada vez es más frecuente encontrarse con dispositivos conectados a Internet y permitir al usuario un control y manejo de forma remota desde cualquier parte del mundo, pero esto solo comienza.
Los primeros pasos en el Internet de las Cosas nos deja dos campos principales de acción. Uno es el propio hogar, el otro son las ciudades avanzadas o Smart Cities. En ellas el Internet de las Cosas mide la temperatura, energía, actividad, luz, humedad, errores, etc., de forma automática y sin la interacción del ser humano. Y que esos datos viajen a un centro de procesamiento para que se tomen las decisiones adecuadas en tiempo real.
El IoT dispone de una secuencia de capas, cada una encargada de una labor: extracción de datos, envío, recepción y posterior procesamiento.
Uno de los requisitos del Internet de las cosas es que los dispositivos deben ser pequeños, sabíamos que los procesadores tenían que cambiar respecto de lo que conocíamos antes. Los procesadores de Smartphone y su evolución, han ayudado mucho.
El procesador y la plataforma se encargan de 'gestionar' la información, pero ésta debe venir de otro tipo de dispositivos: los sensores. Es el elemento hardware que interactúa entre nuestra tecnología y el entorno, capturando los datos que deseamos. Entre estos sensores encontraremos los de ultrasonidos, de luz, de distancia y táctiles. Ya tenemos los datos almacenados en un pequeño ordenador, pero éste no es lo suficientemente potente como para poder procesarlos de forma rápida. Entonces debemos mover esa información a otro ordenador. Muchos de los protocolos de comunicación tradicionales continúan vigentes en IoT y sus futuras mejoras serán clave. Hablamos por ejemplo de conexiones de red local vía Ethernet o de transmisión inalámbrica a través de conectividad móvil.
Las velocidades de conexión que permitirán los próximos protocolos, como el 5G, serán la base de la conectividad de largo alcance del IoT. Pero, también hay nuevos protocolos que han sido ideados pensando en el IoT y la comunicación de objetos entre ellos y a corta distancia.
La energía ha sido durante años un elemento de batalla en las comunicaciones por su alto consumo, diseñadores y fabricantes tratan de continuar su mejora. Esta nos llevará a LiFi, la transmisión de datos a través de la luz.
El Internet de las cosas es la consolidación a través de la red de redes de una «red» que aloja una multitud de objetos o dispositivos, es decir, tener conectada a todas las cosas de este mundo.
Lo que se pretende es hacer más cómodas nuestras vidas así como proporcionar una mayor seguridad en diversos ámbitos. Imaginemos una nevera avisándonos cuando pierde temperatura o indicarnos que algún alimento ha caducado, o un escritorio que dejará constancia de donde se ha dejado cada cosa, o que pudiésemos saber dónde se encuentra cada objeto, y todo esto desde un smartphone.
El inconveniente que retrasa este avance es la limitación de su direccionamiento, sin embargo, nuevas tecnologías permitirán el direccionamiento de cualquier objeto. Una vez esquivado dicho obstáculo, y con el abaratamiento de esta tecnología, va a ser posible interconectarnos a cualquier cosa y obtener información de ellas.
La seguridad se volverá un asunto más difícil, en la que el control estará cada vez más en «manos ajenas». Por otro lado, parodojicamente ésta se vería incrementada de forma exponencial en edificios, viviendas y fábricas, ya que con un sinfín de objetos sensorizados y monitorizados no habrá detalle que se escape. Será la era de los hackers, de los delincuentes más sofisticados e inteligentes que la humanidad ha visto.
