La comunicación organizacional es el “Talón de Aquiles” en la mayoría de empresas. La ineficacia de comunicación interna genera ENTROPÍA: desperdicio de recursos. En el texto se hace referencia a una encuesta realizada por catedráticos de la Universidad de Harvard que califican la franqueza de comunicación organizacional con un SEIS, en una escala de 1 a 10. La comunicación ineficaz ocasiona un enorme desgaste de energía en sus integrantes. Desafortunadamente, son excepcionales las compañías que tienen excelencia en su comunicación interna o que deciden trabajar hasta lograrla.
Estas páginas unen las piezas sueltas del “rompecabezas” de la comunicación organizacional con la intención de invitar al lector a reflexionar a fondo sobre esa función clave y prioritaria. Los seres humanos y las empresas son en primera instancia COMUNICACIÓN.
Están escritas siguiendo el criterio de mapas mentales, pensando en ejecutivos que tienen poco tiempo disponible. Se apoya en una encuesta representativa realizada en México con ejecutivos, gerentes y empleados sin mando, sobre sus experiencias en la organización para la que trabajan o en las que han colaborado con anterioridad.
En base a esa encuesta, este documento describe vicios, debilidades y “fallas fatales” de comunicación de integrantes de compañías, como: falta de integridad; no siempre decir la verdad; no atreverse a decir ¡no! o ¡no entendí!; no decir las cosas exactamente como son a quien deben decirlas; no siempre cumplir compromisos; afirmar "hechos" sin evidencias, con simples suposiciones; buscar culpables más que responsabilizarse por solucionar problemas; tener actitud de empleado en lugar del indispensable orgullo de pertenencia, "engagement" o actitud de dueño.
Expone quejas frecuentes, empezando por “nos falta comunicación” y continuando con resentimientos con jefes, como: insuficiente liderazgo, no proporcionar retroalimentación objetiva y oportuna a quienes le reportan sobre su desempeño, instruirlos sobre cómo mejorarlo y apoyarlos hasta lograr excelencia. Enfatiza la antigua sugerencia: “si se evaluara a los jefes abierta y sinceramente, sin temor a represalias, habría muchos menos malos jefes.
Apunta el impacto de las consecuencias de la comunicación ineficaz en el ambiente de trabajo, el servicio a clientes internos y externos y lo más importante para los accionistas o propietarios: el renglón último del estado de pérdidas y ganancias.
El libro estaría incompleto sin mencionar las posibilidades para acrecentar significativamente no sólo la efectividad de comunicación sino su repercusión definitiva en la efectividad integral de la organización.
Expone dos opciones básicas para mejorar la comunicación organizacional siempre y cuando la alta dirección tome conciencia de sus beneficios. La sencilla que es copiar mejores prácticas de buenas compañías y la sobresaliente que demanda cambios individuales, empezando por el desarrollo humano de sus ejecutivos. Obviamente esta solución fundamental es difícil de tomar. Sin embargo, sus repercusiones para la organización como un todo y para cada uno de los involucrados, internos y externos, si se analiza a profundidad, justifica pagar el precio necesario.
Estas páginas unen las piezas sueltas del “rompecabezas” de la comunicación organizacional con la intención de invitar al lector a reflexionar a fondo sobre esa función clave y prioritaria. Los seres humanos y las empresas son en primera instancia COMUNICACIÓN.
Están escritas siguiendo el criterio de mapas mentales, pensando en ejecutivos que tienen poco tiempo disponible. Se apoya en una encuesta representativa realizada en México con ejecutivos, gerentes y empleados sin mando, sobre sus experiencias en la organización para la que trabajan o en las que han colaborado con anterioridad.
En base a esa encuesta, este documento describe vicios, debilidades y “fallas fatales” de comunicación de integrantes de compañías, como: falta de integridad; no siempre decir la verdad; no atreverse a decir ¡no! o ¡no entendí!; no decir las cosas exactamente como son a quien deben decirlas; no siempre cumplir compromisos; afirmar "hechos" sin evidencias, con simples suposiciones; buscar culpables más que responsabilizarse por solucionar problemas; tener actitud de empleado en lugar del indispensable orgullo de pertenencia, "engagement" o actitud de dueño.
Expone quejas frecuentes, empezando por “nos falta comunicación” y continuando con resentimientos con jefes, como: insuficiente liderazgo, no proporcionar retroalimentación objetiva y oportuna a quienes le reportan sobre su desempeño, instruirlos sobre cómo mejorarlo y apoyarlos hasta lograr excelencia. Enfatiza la antigua sugerencia: “si se evaluara a los jefes abierta y sinceramente, sin temor a represalias, habría muchos menos malos jefes.
Apunta el impacto de las consecuencias de la comunicación ineficaz en el ambiente de trabajo, el servicio a clientes internos y externos y lo más importante para los accionistas o propietarios: el renglón último del estado de pérdidas y ganancias.
El libro estaría incompleto sin mencionar las posibilidades para acrecentar significativamente no sólo la efectividad de comunicación sino su repercusión definitiva en la efectividad integral de la organización.
Expone dos opciones básicas para mejorar la comunicación organizacional siempre y cuando la alta dirección tome conciencia de sus beneficios. La sencilla que es copiar mejores prácticas de buenas compañías y la sobresaliente que demanda cambios individuales, empezando por el desarrollo humano de sus ejecutivos. Obviamente esta solución fundamental es difícil de tomar. Sin embargo, sus repercusiones para la organización como un todo y para cada uno de los involucrados, internos y externos, si se analiza a profundidad, justifica pagar el precio necesario.